Por Miguel Miranda
Ir al cine es un actividad cotidiana. Desde hace varias generaciones, asistir a una sala, comprar palomitas y ver una película de cualquier tema es parte del menú en nuestras distracciones. No es nada complicado y más, en una ciudad donde otras diversiones, actividades sociales y culturales no llegan con mucha frecuencia.
Sin embargo, la gente no ve cine mexicano. La proporción de la taquilla total de asistentes a ver cine nacional en comparación con el cine extranjero es del 8.9%, según fuentes de la CANACINE (Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y del Videograma).
(1) ¿Por qué la gente no ve cine mexicano? Por dos razones principales: no le interesa y la oferta no es lo suficientemente grande comparada con el cine extranjero, el hollywoodense, principalmente.
Comenzaré por el final, ilustrándolo con un dato importante; en la época de oro del cine nacional, aquella que comienza en 1936 y termina en 1957, la cual recordamos por las inolvidables actuaciones de María Félix, Pedro Armendáriz, Dolores del Río, Cantinflas, Joaquín Pardavé, Pedro Infante y muchos más, se llegaron a producir hasta 135 películas por año
(2), mientras que la producción más alta en ésta década no ha logrado sobrepasar las 29 películas estrenadas en 2007
(3). Muchas de las producciones nacionales quedan enlatadas y no son exhibidas porque las distribuidoras y exhibidoras tienen poco o nulo interés en ellas.
Basta ver la cartelera de cualquier complejo de cine comercial para darnos cuenta de la predominante cantidad de cine norteamericano que repite, año con año y película tras película, las mismas fórmulas ya probadas que han llevado a Hollywood a ser un acaparador del cine mundial.
Volvamos al tema; muchas veces el público elige ver una película extranjera sobre una mexicana debido a que la fórmula extranjera es mucho más digerible, más prometedora y ofrece mayor expectativa que la nacional. A falta de elementos de comparación y referencias, el espectador prefiere ir a la segura viendo filmes donde los actores, los temas y las fórmulas sean cotidianas, conocidas y digeribles. Desde hace mucho tiempo, para ser exactos desde el fin de aquella “época de oro” del cine mexicano, el público etiquetó el cine nacional como “el churro”; el cine de “encueradas” y ficheras donde predominaba el albur y la grosería. Por generaciones, se nos ha inculcado que ver una película mexicana es un género “menor” al que es mejor mantener al margen de nuestras expectativas o, si acaso, con una película vista al año, y eso porque la recomendó la Tía Conchita, es más que suficiente para cubrir la cuota.
Nos da miedo el cine mexicano porque muchas veces, no tenemos las referencias suficientes para valorar una producción nacional, por desconocimiento de los actores, directores o productores, creemos que todas las películas mexicanas contemporáneas son malas, aburridas o telenovelas de dos horas proyectadas en pantalla grande.
Al conjuntar éstos dos postulados; la baja producción cinematográfica nacional y la falta de interés de las audiencias, el resultado converge en un círculo vicioso. Producir un largometraje mexicano de calidad cuesta mucho dinero, por lo cual son pocos los que se deciden a invertir (a pesar de los apoyos gubernamentales) en tan riesgosa empresa, económicamente hablando.
Nuestro cine, aquel que vivió una época de oro, donde se producían películas que se veían en todo el mundo hispanoparlante, ha quedado atrás. Sin embargo hay una generación completa que hace cine mexicano de muy buena factura. Desde 1991, las producciones nacionales son escasas, sí, pero una buena parte goza de gran calidad.
(1) http://www.canacine.org.mx/Sectores3b.html
(2) Factores relevantes de la Industria Cinematográfica en México. Disponible en http://www.srproductorx.com/index.php/files/Archivos%20basicos%20para%20produccion/
(3) Indicadores por Sector de la Industria Cinematográfica en México. Disponible en www.imcine.gob.mx